Terry Cheek fue encontrada sin vida el año 1998, en su mismo domicilio. Cerca de su cuerpo estaba el reloj de Horace Roberts. Por esta prueba, fue hallado culpable de homicidio.
Pero Horace siempre alegó ser inocente, y apenas reconoció haber tenido un romance con Terry. Pero luego de tres juicios, nadie creyó la versión del hombre y fue condenado por asesinato un año después.
La fiscalía convenció al jurado de que era culpable y, durante el año de trámite legal, sus testimonios fueron considerados como erráticos.
La pena mínima que enfrentaría era de 15 años de prisión. Pero hasta hoy contaba dos décadas tras las rejas, apun seguro de su inocencia. Horace empezó a hacer una serie de apelaciones hasta que se contactó con California Innocence Project, una organización que hace justicia por aquellos que son condenados injustamente.
Hicieron pruebas de ADN en el reloj, recortes de uña de Terry y de la cuerda con la que fue estrangulada. Y ninguna de ellas coincidió con los registros de Horace.
Se abrió nuevamente la investigación y, finalmente, el 12 de octubre fue capturado el verdadero asesino.
Tres días más tarde, llegó el momento que Horace tanto esperó: el 15 de octubre su inocencia fue aceptada por la Fiscalía del Distrito de Riverside, concediéndole su ansiada libertad.
Al salir, lo primero que hizo fue tirar toda la ropa que usó en la cárcel como si hiciera un ritual para dejar esos 20 años atrás. Luego, bebió una botella de Pepsi (un refresco que hace mucho no probaba). Pero lo más emocionante llegó después.
En 20 años, Horace no había visto a su familia. Desde que su condena fue dictada que no había podido verla y, una vez libre, toda su familia lo esperaba en el aeropuerto.
Entre fuertes abrazos y lágrimas, vivió la alegría del reencuentro con su gente.
Pese a que tardó, al menos la justicia llegó y le dio la posibilidad a este hombre de recuperar el tiempo perdido.