Gracias a la cinta “Into the Wild”, la historia de Christopher McCandless se hizo reconocida a nivel mundial. En ella, se narra su aventura por México y Estados Unidos luego de que decidiera alejarse de la sociedad consumista para aventurarse en la naturaleza y hallar la esencia de la vida. Su historia, además de una invitación a la aventura, es un llamado a cuestionar las normas que la sociedad nos ha impuesto para vivir de forma plena y verdadera.
La idea de su viaje, una historia de la vida real, es bastante romántica.
Pero la historia de otro ermitaño, llamado Chistopher Kight, es mucho más aterrizada y menos alentadora. Cuando joven, él también decidió darle la espalda. A los 20 años, decidió darle la espalda a la sociedad y renunció a su trabajo como instalador de alarmas de seguridad en Boston, se subió a su auto y se fue a manejar con dirección al norte.
Tal y como Jack Kerouac en los años cuarenta, Christopher recorrió el camino sin destino ni preocupación. Se hospedó en lugares baratos y comió comida chatarra. Un impulso lo llevó a cruzar Maine, su ciudad natal, sin siquiera intentar visitar a su familia. Incluso pasó junto a su casa cuando iba en auto y nunca miró para atrás.
Era muy introvertido y no tenía amigos (tampoco sentía que los necesitara). Nunca necesitó de la compañía de la gente y, a pesar de que fue educado bajo los valores consumistas del capitalismo, no lo pensó dos veces al abandonar su auto en la entrada del bosque de Maine. Ahí dejó las llaves en el tablero, tomó una casa de campaña y utensilios básicos, y se internó en el bosque para siempre.
27 años más tarde, a Christopher lo arrestaron por distintos robos. Cuando lo encontraron, las autoridades se sorprendieron pues el hombre llevaba lentes y estaba bien aseado. Su guarida se encontraba en medio del bosque, pero bastante cerca de una zona de campamentos.
Así fue como pasó años escondido de la sociedad, pero también la frecuentó con precaución.
En la guarida hallaron una televisión que funcionaba gracias a baterías de auto viejas. Muchos de los robos que habían reportado era de filetes y otro tipo de alimentos. Christopher era un susurro en el bosque, pero se ganó el estatus de mito entre los pobladores locales.
Ni siquiera él sabe por qué actuó como actuó. Según él, nunca pensaba, sólo actuaba como si una fuerza invisible lo hubiera guiado por la carretera, hasta que un día le dijo “detente y camina”.
Así, pasó 27 años en el bosque hasta que aprendió a sobrevivir las temperaturas bajo cero, evitó enfermedades mortales e interactuó lo menos que pudo con la sociedad.
Acaso Christopher se volvió loco al alejarse de nosotros, ¿o simplemente descubrió que la sociedad es insana y decidió voltearse a la naturaleza para vivir lo más lejos de la locura de la sociedad capitalista?