El coronavirus nos ha obligado a pensar dos veces antes de tocar algo, o a alguien, sin ser previamente desinfectado y es que el riesgo de contagio nos ha convertido en unos maniáticos de la limpieza.
Y esto no solo tiene que ver con las cosas que tocan tus manos, sino que también con lo que puede estar en contacto con tu ropa o tus zapatos. Varios expertos en infecciones han asegurado que el COVID-19 puede vivir en las suelas de los zapatos por hasta 5 días, en caso de haber sido utilizado en áreas concurridas, como supermercados, aeropuertos o transporte público.
Por esto se recomienda dejar el calzado fuera de casa, para que los virus no entren en nuestro hogar. Las suelas de los zapatos generalmente están hechas con materiales sintéticos duraderos, como goma, PVC o cuero con hilos de plástico, entre otros. Estos materiales son los que acumulan grandes niveles de bacterias, ya que al ser ‘no porosos’, no permiten el paso del aire, líquidos o humedad, por lo tanto, la bacterias no desaparecen.
En cuanto a las recomendaciones de lavado, dependen del tipo de zapatos. Para aquellos más livianos, hechos con telas livianas o cuero falso, como las zapatillas de lona, lo ideal es echarlas a la lavadora con un ciclo de baja temperatura. Mientras que los zapatos que son más propensos a mantener las bacterias, deben ser limpiados a mano con toallitas desinfectantes.
Por su parte, Nicole Bijlsma, bióloga australiana experta en medioambiente, comentó que si bien es recomendable dejar los zapatos fuera de casa o al lado de la puerta de entrada, la sanitización excesiva del hogar es muy distinta al hecho de mantenerlo limpio.
“La paradoja es que si bien las bacterias son críticas para los seres humanos, mientras más expuestos estemos a ellas, nuestra respuesta inmunológica será mayor. Está absolutamente justificado desinfectar todo en hospitales, centros de salud o lugares donde haya personas de alto riesgo, pero para la mayoría de las casas, la sanitización clínica reducirá la diversidad bacterial, lo que es contraproducente“.
Nicole Bijlsma, bióloga australiana experta en medioambiente
La clave está en el lavado regular de manos, evitar tocarse la cara y toser o estornudar en el codo en lugar de las manos, según afirma Bijlsma.