De Lejos Parece Un Templo Majestuoso, Pero Míralo Más De Cerca…

Existen muchos edificios al rededor del mundo que parecieran que no fueron hechos por el hombre o parece que fueron sacados de una novela de ficción. Construcciones que son verdaderas obras de arte, impresionantes, divinas, fuera de este mundo y que realmente no podemos comprender. Este es el caso del templo Wat Ron Khun, o el Templo Blanco, en Indonesia. Un templo budista que pareciera estar bendito por el mismo iluminado.

Pero la verdad es que el templo fue rescatado y diseñado en su apariencia actual por el artista Calermchai Kositpitat como un regalo a Buda. El templo abrió sus puertas al público en 1997 y ha sido la causa de inmensa fascinación y no es difícil ver por qué.

Si lo vemos más de cerca, podemos ver que es un poco más perturbador de lo que parece. Para entrar el templo debemos cruzar primero por “el puente del ciclo de la resurrección”. Este puente es, según Kositpitat, el camino a la verdadera felicidad, el camino para dejar atrás toda clase de malos deseos y vicios como la avaricia y la soberbia. Por ello es que alrededor del puente hay cientos de manos de hombres que se perdieron en el deseo desmedido.

Más adelante, se entra a “la puerta del cielo”. Un pasaje resguardado por la muerte misma y Rahu, una divinidad que decide el destino de los muertos. Sólo los que han podido liberarse de los deseos, los excesos y los vicios pueden merecer entrar al Templo Blanco y adorar, como se debe, a Buda.

Por último, está la estructura principal, el templo en sí, el ubosot. Su interior es verdaderamente peculiar pues no sólo lo adorna el imaginario budista tradicional, sino que se trata de una obra pictórica que retrata también íconos del cine, la televisión y la cultura pop en general. Igualmente se llena de símbolos de destrucción humana, armas nucleares, explotación petrolera, la civilización moderna.

El imaginario poco convencional del templo es bastante fuerte y claro: El hombre es malo y debe deshacerse de ese mal para poder llegar a la iluminación, al Nirvana. Justamente, Kositpitat construyó el templo para ser el máximo lugar de adoración budista, confía también que tal ofrenda le concederá la vida eterna a los ojos del mismo Buda.

El proyecto es tan ambicioso que se espera su finalización por completo el año de 2070. Aunque un sismo en 2014 afectó la estructura, actualmente se permite la entrada limitada al público que se maravilla frente a tal construcción.