Los perros son miembros de nuestra familia. Y no sólo en el sentido emocional, sino también en el práctico, pues experimentan lo mismo que le sucede a cada integrante de la familia.
Nuestras mascotas están con nosotros en cambios de casa, vida y carrera. Están en relacione, separaciones, casamientos e hijos. Son siempre fabulosos compañeros durante un incierto trayecto, permanentemente devotos a sus humanos y felices de acompañarnos donde quiera que vayamos (excepto si vamos al veterinario).
Ya es bastante común que los recién casados o gente que se pone las ilusiones primero adopte un perrito antes de tener hijos. Quizás no sea la mejor razón para adoptar una mascota, pero si hay ganas y amor para hacerlo, entonces es un gran punto para aprender a deshacernos del egoísmo.
Es que como no pueden cuidar de sí mismos, debemos siempre asegurarnos de estar disponibles para cuidar de nuestros perros. Necesitan alimento, agua, paseo, mimos y tiempo de juegos. También entregan algo de caos en nuestras vidas, con sus únicas personalidades (y muchas veces con su suciedad y desorden). Los perros, igual que los niños, necesitan de trabajo, sacrificio, amor y compromiso.
Y una vez superada la prueba con el perrito (si sigue vivo y entero, digamos), deciden tener hijos manteniendo al precioso perro en u vida. Y la mascota se adaptará a este nuevo integrante de la familia, y probablemente ayudará a cuidarlo, haciendo todo lo mejor para amar a su nuevo hermano o hermana humana.
Los niños y los animales pueden tener una relación mágica, que nos puede llenar el alma con sus ocurrencias y cariño mutuo. Tal y como ocurre con este perrito y su hermano humano.
