Desde tiempos remotos es sabido que los padres emplean castigos físicos en la crianza de los hijos. Es por eso que el día de hoy vamos a considerar los posibles efectos psicológicos negativos que causarían en ellos.
Definitivamente, la educación que recibe un niño en su infancia y adolescencia por parte de sus padres o responsables, puede llegar a determinar de manera considerable su comportamiento futuro. Para ellos ocupamos los castigos que son considerados como la práctica de imponer algo desagradable, cuando intentamos educar. Sin embargo, se debe tener en cuenta que la educación no requiere un castigo estricto, sobre todo cuando sabemos que puede dañar al niño en formación.
Es común saber sobre castigos físicos en la crianza de los hijos, ya que se han practicado de manera extendida por todo el mundo. En cada país se observan frecuentemente, algunos muy parecidos y todos a conveniencia del padre. Pero no debemos olvidar los castigos psicológicos, los cuales generan un tipo de daño que no se ve.
Es común ver a padres que tienden a lastimar física y emocionalmente a sus hijos, el problema es que creemos que estamos corrigiendo, sin darnos cuenta de que es todo lo contrario. La verdad es que mientras más castigos tenga el niño, más agresivo y violento puede llegar a ser pudiendo reflejarse negativamente en el futuro.
El castigo y sus efectos
El castigo tiene algunos efectos que pueden desarrollarse negativamente en la vida del niño, como ejemplo, pueden provocar depresión, agresividad, violencia, entre otras cosas. Muchos padres consideran que a nivel leve, el castigo físico es útil para enseñar al niño lo que significa no. Para que los niños se comporten apropiadamente, la mayoría ejerce el castigo de manera negativa. A ciencia cierta, el castigo físico puede alcanzar niveles de maltrato, por lo mismo, tiende a generar en el niño psicopatología y algunos comportamientos violentos.
Entre los efectos problemáticos producidos por el castigo se encuentran: El castigo no elimina la conducta incorrecta, solo la suprime temporalmente. No enseña cómo se debe comportar, sino que limita lo no deseado
Deteriora el vínculo afectivo entre el hijo y sus padres. Es usual que el niño se aleja del padre que lo castiga, porque le genera temor e inconformidad
Estimula el comportamiento agresivo y complica otras emociones. No favorece la personalidad del pequeño y su desarrollo emocional
Un castigo puede llegar a afectar de por vida a una persona, sobre todo cuando se realiza sin necesidad. A veces los padres castigan para aliviar su propio estrés, por muy doloroso que suene.
Puede llegar a generar ciertos sentimientos de culpa en el niño o en su padre. En la mayoría de los casos se refleja en resentimiento y rabia.
En el caso de que el castigo sea extremadamente duro, podría llegar a producir en el niño miedo paralizante, por lo que no es raro que quizá querrá esconderse de quien lo castigó, en pocas palabras, puede destruir la confianza y la relación con sus padres.
Castigos y el desarrollo de la personalidad del menor
Es común que ante el comportamiento inadecuado, difícil o malcriado, los padres decidan disciplinarlo con castigos excesivos sin considerar sus posibles efectos negativos sobre el niño. Este tipo de castigo, ya sea leve o grave, dificulta el desarrollo de la personalidad. Además crea un efecto rebote en el cual el pequeño se vuelve más rebelde y desconfiado. Algunos castigos que no tienen nada que ver con el maltrato físico, también pueden afectar al niño. Muchas veces atentamos contra la dignidad del pequeño. Esto sucede especialmente en las escuelas, donde el niño castigado puede ser objeto de burlas inescrupulosas por parte de sus pares. Es por eso que debemos tener espcial cuidado al momento de castigar a nuestros hijos, pues la idea es no generar desconfianza ni arruinar la linda relación que existe entre padres e hijos.