Las promesas de fin de año suelen quedarse allí. Son buenas intenciones que desaparecen pronto. Pero cuando has pasado años aguantando sufrimiento, maltrato, opresión y desigualdad, te planeas seriamente cada promesa que haces.
El 1 de enero de 2019, más de 5 millones de mujeres se alinearon para formar una gigantesca pared de féminas en Kerala, en el sur de la India.
Las mujeres, hombro con hombro, crearon una cadena humana de 620 kilómetros de largo en un muro que quizás sea la mayor declaración de igualdad de los últimos años. Esto es especialmente poderoso en una cultura como la hindú, que excluye y denigra constantemente a las mujeres, incluso peor que lo que sucede en occidente.
La protesta busca poner fin a las violentas manifestaciones que ha generado el ingreso de mujeres de todas las edades al templo Sabarimala de Kerala, un hogar de peregrinación hindú. En septiembre, la corte suprema del país dictaminó el derecho de las mujeres a entrar, pero por “tradición religiosa” se ha contestado que sólo los hombres y las mujeres que ya son mayores pueden entrar.
Las mujeres, que ni siquiera han podido rendir culto en el templo, también buscaron generar un impacto más allá del problema particular por el que están protestando: tratan de recordar que la India es uno de los países donde es más peligroso ser mujer, pues son tratadas como sirvientas, violadas y víctimas de tráfico sexual.
En 2012, la India ocupaba el cuarto lugar entre los países más peligrosos para ser mujer. En 2018, el país pasó a ocupar el primer lugar de ese triste ranking.
Pese a que muchas organizaciones internacionales están al tanto, muy pocas han hecho algo. Dentro de las “mejores” soluciones, está la de entregarles armas de madera para defenderse de los ebrios abusivos en 2017, prometiendo que la policía no intervendría.