“Disparo directo al corazón. Buen tiro nuevamente para Chloe, disparo de hombro seguro a 130 mm 7mm08″. Con esas palabras, el neozelandés Jonny Yuile compartió una serie de fotografías de su pequeña hija Chloe, de apenas 8 años, quien hace poco había asesinado a su primer ciervo de un frío disparo al corazón.
El tiro fue tan certero que mató instantáneamente al animal, el que posteriormente fue despedazado por ella misma con el propósito de extraer su corazón y comerlo.
Y es que su padre le explicó que comerse el corazón crudo del animal que has cazado, es el perfecto final para una caza exitosa.
Así, la pequeña Chloe aparece con su rostro cubierto de sangre luego de despedazar con sus dientes el corazón del animal, lo que es aplaudido por los seguidores y amigos de su padre a través de Facebook. Actos tan abominables como éstos, para Chloe representan sólo una caza más, pues su padre la introdujo en el mundo de la matanza por diversión cuando tenía apenas 8 meses de edad.
A pesar de que la publicación original, donde aparecía el momento en que la pequeña comía el corazón de su primer ciervo, fue eliminada de Facebook por la misma red, debido a la violencia gráfica que exhibía, el padre volvió a publicar fotos de otra caza de su hija, quien luce extasiada junto a uno de los últimos animales que ha asesinado con sus propias manos.
La imagen tuvo tal repercusión a través de las redes sociales que alcanzó a todo tipo de gente: no sólo los detractores de la caza comentaron horrorizados, también diversos portales dedicados a la caza replicaron la imagen de la niña, pero para felicitar al padre por inculcarle su pasión por matar animales a sus niños pequeños.
De Johny:
Oigan chicas cazadoras, soy un padre orgulloso. Miren a mi pequeña princesa Chloe (8) con su primer ciervo joven. Le disparó desde un arbusto en la granja de unos amigos la semana pasada.
Le disparó usando mi hombro para posar el arma. Luego probó un pedazo de su cálido y tembloroso corazón. ¡Así se hace Chloe!
Chloe y sus cuatro hermanos, que actualmente viven en Australia, crecieron en un hogar donde la caza no es sólo percibida como un deporte y pasatiempo, sino como una pasión que les une.
El matar animales para ellos no responde a una forma de sustento alimenticio, sino que es sólo una práctica que acrecienta su ego. Ven como diversión el arrebatarle la vida a un ser inocente.
El premio que consiguen por una velada exitosa es la sangre. Y cuando creces matando animales inocentes por diversión, se normaliza esta creencia de que los humanos somos entes superiores. Además, las armas de fuego se comienzan a integrar de a poco en la vida cotidiana de los niños, lo que permite que sean percibidas como elementos básicos y normales para tener en tu hogar.
Esa fascinación por las armas y la matanza de animales se va consolidando a través de las generaciones, imposibilitando cada vez más la eliminación de esta clase de vicios con los que la sociedad coexiste actualmente, que sólo logran sacar lo peor de nosotros.
Así, el respeto por la naturaleza, los animales (y, en consecuencia, el prójimo) son simplemente valores que difícilmente los hijos de Jonathan Yuile podrán aprender. Y es que desde el día en que nacieron, les enseñaron que las armas de fuego no son un peligro sino algo deseable.
Y aún cuando actualmente haya una ola de indignación cultural que pide mayor regulación y control de armas, la crianza con la que crecen miles y millones de niños a nivel mundial facilita que las próximas generaciones se desarrollen carentes de consciencia.
Y a pesar de que ha transcurrido más de un año desde que esas fotografías de la pequeña Chloe fueron tomadas, aún continúan emergiendo detractores por redes sociales, y donde la mayoría opina que las habilidades de la niña serían aún más mortíferas que las de su padre en relación a la caza animal. y, por supuesto, su sangre sería mucho más fría.
Como señalan algunos comentaristas, esa pasión por arrebatarle la vida a un animal puede fácilmente mutar en una psicopatía que puede convertirse en la fantasía de ver cómo la vida de un ser humano se escapa luego de recibir una bala.
Según la psicóloga peruana Carla Mantilla, hay evidencia científica de que un niño que disfruta de la crueldad a los animales puede ser un psicópata en potencia.
Y es que Chloe fue criada distinto a buena parte de la población, pues en su hogar se venera la matanza animal. Por ello, argumenta la psicóloga, la pequeña de ocho años podría sufrir algún tipo de trastorno en su vida adulta:
“Algunos investigadores clásicos como Hare observaron que la crueldad con los animales (y/o la piromanía) en la infancia podían asociarse luego con el desarrollo de una personalidad psicopática. Sin embargo, la presencia de estas conductas en la niñez no necesariamente predice al 100% el desarrollo de este tipo de personalidad en la adultez.
“A veces el maltrato a los animales en los niños puede asociarse con otras cosas y otras causas, por ejemplo con curiosidad, por presión de pares o como manera de descargar la agresión”
Además, Mantilla dice que uno de los efectos que desencadena el maltrato animal desde edad temprana, es que los niños crezcan sin conocer la empatía. Lo que afectaría no sólo su relación con los animales, sino cada aspecto de la vida de un ser humano:
“Debe preocupar, especialmente, cuando en el niño hay un disfrute, un placer asociado a esta actividad, una clara intención de hacer sufrir y obtener una gratificación de ello.
“Aquí además está presente una dificultad para conmoverse con el sufrimiento, una falla en la empatía (o el componente afectivo de ésta)”
“El abuso de animales y la violencia interpersonal comparten características: ambos tipos de víctimas son criaturas vivas, tienen capacidad para experimentar dolor y podrían morir a consecuencia de las lesiones infligidas”, explica Frank Ascione, del departamento de Psicología de la Universidad de Utah (Estados Unidos).
¡A tomar conciencia!